La sangre erguida. Enrique Serna (sí, con S)
Mi amiga D, me regaló este libro que no solo me ha hecho compañía sino que me generado muchas inquietudes. Les transcribo unas líneas, a propósito de mi nota anterior.
"Cómo aprendí a controlar mi pene
Tenía ganas de coger pero no se me paró. No quería metérsela pero me puso muy caliente. Cuando quiero coger no cojo y a veces cojo sin querer. Miles de hombres pusilánimes repiten a diario estas lamentaciones en el diván del psicoanalista, o en las tabernas donde lloran sus penas. A mayor debilidad de carácter, mayor grado de autonomía atribuyen a su órgano viril, pues cuando la voluntad flaquea necesita crear un rival omnipotente para justificar su indolencia. De esta manera el hombre acobardado y fatalista se condena a tener dentro de su cuerpo una quinta columna o un caballo de Troya que puede tracionarlo de dos maneras: ya sea frustrando sus deseos más ardientes o bien atándolo a mujeres perversas con un atractivo sexual avasallador. Pero, ¿de verdad el pene es desobediente por naturaleza o lo hemos dejado insubordinarse por pereza mental? ¿porqué los grandes seductores de la historia siempre lo someten a su voluntad?"
Esto me lleva a preguntarme, ¿pasa lo mismo con la vagina? me parece que vamos a platicar de eso en otra ocasión, por el momento mejor sigo leyendo el libro que me tiene inquieta!
"Cómo aprendí a controlar mi pene
Tenía ganas de coger pero no se me paró. No quería metérsela pero me puso muy caliente. Cuando quiero coger no cojo y a veces cojo sin querer. Miles de hombres pusilánimes repiten a diario estas lamentaciones en el diván del psicoanalista, o en las tabernas donde lloran sus penas. A mayor debilidad de carácter, mayor grado de autonomía atribuyen a su órgano viril, pues cuando la voluntad flaquea necesita crear un rival omnipotente para justificar su indolencia. De esta manera el hombre acobardado y fatalista se condena a tener dentro de su cuerpo una quinta columna o un caballo de Troya que puede tracionarlo de dos maneras: ya sea frustrando sus deseos más ardientes o bien atándolo a mujeres perversas con un atractivo sexual avasallador. Pero, ¿de verdad el pene es desobediente por naturaleza o lo hemos dejado insubordinarse por pereza mental? ¿porqué los grandes seductores de la historia siempre lo someten a su voluntad?"
Esto me lleva a preguntarme, ¿pasa lo mismo con la vagina? me parece que vamos a platicar de eso en otra ocasión, por el momento mejor sigo leyendo el libro que me tiene inquieta!
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